El episodio de esta semana se titula – “Desafío”.
Hemos seguido el desarrollo y crecimiento de la Iglesia en el Este en algunos episodios. Para ser claros, estamos hablando de la Iglesia que hizo su sede en la ciudad de Seleucia, ciudad gemela a la capital persa de Ctesifonte, en la región conocida como Mesopotamia. Lo que hoy en día los historiadores se refieren como La Iglesia del Oriente se llamó a sí misma la Iglesia de Asiria. Pero fue conocida por la Iglesia Católica en el Occidente con sus centros gemelos en Roma y Constantinopla, por el título despectivo de la Iglesia Nestoriana porque continuó en la tradición teológica del obispo Nestóreo, declarado herético por el Consejo de Éfeso en el año 431 y Calcedonia 20 años más tarde. Como hemos visto, es dudoso que lo que Nestóreo enseñó acerca de la naturaleza de Cristo fuera verdaderamente errante. Pero Cirilo, Obispo de Alejandría, más por razones políticas que por una preocupación por la pureza teológica, convenció a sus compañeros que Nestóreo era un hereje y lo desterró a él y a sus seguidores. Se movieron hacia el Este y formaron el núcleo de la Iglesia en el Oriente.
Mientras esa rama de la Iglesia prosperó durante la Edad Media Europea, la Iglesia Católica Occidental se fusionó alrededor de 2 centros; Roma y Constantinopla. Aunque habían llegado a un acuerdo sobre las cuestiones doctrinales relativas a la naturaleza de Cristo y habían expulsado tanto a los Nestorianos al Este como a los Jacobitas Monofisitas a sus enclaves en Siria y Egipto, las mitades Occidentales y Orientales de la Iglesia Romana empezaron a separarse.
El Concilio de Constantinopla en el año 692 marcó uno de los varios puntos de inflexión en la eventual brecha entre Roma y Constantinopla. Llamado por el Emperador, el Concilio sólo contó con la asistencia de los Obispos Orientales. No trato con asuntos doctrinales reales, sino que estableció reglas para la forma en que la Iglesia debía organizarse y llevar a cabo la adoración. El problema es que varias de las decisiones fueron contrarias a prácticas de larga duración en Roma y a las iglesias de Europa Occidental que la seguían. El Papa rechazó el Consejo. à Y el abismo entre Roma y Constantinopla se ensancho.
Esta brecha entre la mitad oriental y occidental de la Iglesia, reflejaba lo que estaba sucediendo en el Imperio en general. Como hemos visto, Justiniano I trató de revivir la gloria del Imperio Romano en el 6º siglo, pero después de su muerte, el Imperio rápidamente volvió a su camino hacia la desintegración. Lo que ayudó a esta disolución fue el surgimiento del Islam desde la esquina sureste del Imperio.
Históricamente, los Árabes eran un pueblo de múltiples tribus que compartían una cultura común y desconfianza entre ellos mismos, lo que alimentaba un conflicto sin fin. Pero el principio del 7º siglo los vio unidos por una religión nueva y militante. Las interminables luchas que los habían mantenido atacándose los unos a los otros, y ahora los fusiono en una misión compartida de ponerse en contra de todos los demás. ¿Por qué robarse los unos a los otros por generaciones, simplemente transfiriendo el mismo botín entre ellos? ¿Cuándo podían unirse y agarrar nuevos tesoros de sus vecinos?
¿Y tanto mejor cuando esos vecinos que solían ser demasiado fuertes para atacar y ahora estaban en declive y poco defendidos?
Fue una tormenta perfecta. El surgimiento de los ejércitos Musulmanes a principios del 7º siglo, brotando del horno que los forjó, llegó justo en el momento en que el antes imparable poder del Imperio Romano era finalmente una reliquia de una época pasada. Constantinopla fue capaz de mantener alejados a los invasores durante otros 700 años, pero el Islam se extendió rápidamente sobre otras tierras del antes gran Imperio; en el Medio Oriente, en el Norte de África, e incluso fue capaz de conseguir un punto de apoyo en Europa cuando saltaron el Estrecho de Gibraltar y desembarcaron en España. En el Oriente, los Musulmanes tomaron a la antigua némesis de Roma, Persia, y rápidamente la sometieron bajo su control.
Todo comenzó con el nacimiento de un árabe llamado Mahoma en el año 570.
Dado que este es un podcast sobre la Historia del Cristianismo en lugar del Islam, seré breve en esta examinación de la nueva religión que sacó a los árabes de su península durante el 7º siglo.
El Islam marca su comienzo en la Hegira, el traslado de Mahoma de su ciudad natal de Meca a la ciudad de Medina en el año 622. Esto comenzó la fase exitosa de su predicación. Muhammad construyó una teología que incluía elementos del Judaísmo, el Cristianismo y el Politeísmo Árabe.
Si bien hoy se habla mucho del lugar del Islam con el Judaísmo y el Cristianismo como religión monoteísta, una pequeña investigación revela que Mahoma realmente sólo elevó a uno de los dioses árabes sobre todos los demás, es decir, Il-Alá, o como se conoce hoy en día, a Alá. Alá era el dios de la luna y la deidad patrona de la tribu Quraish de Mahoma. La prueba perdurable de esto es el símbolo de la luna creciente que adorna la parte superior de cada mezquita musulmana y minarete y es el símbolo universal del Islam.
La nueva religión de Mahoma incluía elementos tanto del Judaísmo como del Cristianismo porque esperaba incluir a ambos grupos en su nuevo movimiento. Los Judíos rechazaron sus esfuerzos mientras varios Cristianos se unieron al nuevo movimiento. Es comprensible por qué. La iglesia con la que Mahoma estaba familiarizado era una que había sido infiltrada por la superstición árabe. Apenas se parecía al Cristianismo Bíblico. Era campo abierto para esa fe emergente. Cuando el Islam más tarde se topó con comunidades Cristianas más ortodoxas, rechazaron la nueva fe. Mahoma estaba indignado por el rechazo de los Judíos y Cristianos a unirse, por lo que se convirtieron en el objeto de su ira.
Parte del genio de Mahoma fue que santificó la inclinación árabe por la guerra uniendo a las tribus y enviándolas con la misión de llevar el Islam al resto del mundo a través del poder de la espada. El botín y tesoros entonces se vio como un bono religioso, evidencia de favor divino.
La rápida propagación del Islam por Asia Occidental y el Norte de África fue facilitada por el vacío dejado por las guerras crónicas entre Roma y Persia. Justo antes de las conquistas Árabes, los viejos combatientes habían concluido otra ronda en su larga competencia y estaban agotaron.
En la segunda década del 7º siglo, los Persas conquistaron Siria y Palestina de los Romanos, tomaron Antioquía, saquearon Jerusalén y luego conquistaron Alejandría en Egipto. Eso significa que los Persas gobernaron lo que habían sido las ciudades más pobladas del Imperio Romano en el 2º y 3º siglo. Conquistaron la mayor parte de Asia Menor y establecieron un campamento justo al otro lado del Bósforo de Constantinopla.
Luego, en una de las grandes reversiones de la historia, el Emperador Heraclio reunió al Imperio Oriental y lanzó una Guerra Santa para reclamar las tierras perdidas por los Persas. Retomaron Siria, Palestina, Egipto e invadieron profundamente en Persia. Pueden imaginar lo que toda esta guerra hizo política, ambiental y económicamente a la región. Los dejó agotados. Como un cuerpo cuyas defensas han caído, el Imperio Oriental estaba listo para una nueva invasión. Y mira; Oh que bueno à Aquí vienen los Arabes balanceando sus cimitarras. El avance Árabe fue nada menos que espectacular.
Mahoma murió en el año 632 y fue seguido por una serie de asociados conocidos como califas. En el año 635 los Árabes tomaron Damasco, en el año 638 capturaron Jerusalén. Alejandría cayó en el año 642. Entonces los ejércitos musulmanes se dirigieron hacia el Norte y se hundieron en la desmoralizada región de Persia. En el año 650 terminaron de tomar el control, al igual que partes de Asia Menor y una gran parte del Norte de África.
Los Musulmanes se dieron cuenta de que conquistar el Mediterráneo requeriría que se convirtieran en una potencia naval. Lo hicieron, y comenzaron a tomar islas estratégicas en el mar oriental y central. En la década del 670 con su nueva armada, comenzaron a atacar a Constantinopla, pero fueron perseguidos por un nuevo invento: el Fuego Griego.
Conquistaron Cartago en el año 697, el centro del poder Bizantino en el Norte de África. Luego, en el año 715, saltaron el Estrecho de Gibraltar y desembarcaron en España, poniendo fin al dominio Visigodo allí. Luego cruzaron los Pirineos y reclamaron el suroeste de Galia. No fue hasta la Batalla de Tours en el año 732 que los Francos bajo Carlos Martel fueron capaces de poner fin al avance Musulmán. Eso también marca el comienzo del siempre lento retroceso de la dominación musulmana en la Península Ibérica.
Pero el territorio que el islam perdió en el extremo Occidental de sus posesiones fue compensado por sus avances en el Este. Durante el 8º siglo, llegaron al Punjab en la India y profundamente en Asia Central.
Las principales islas del Mediterráneo se convirtieron en monedas que pasaron de Bizantino a musulmán, y luego de nuevo. Los musulmanes incluso lograron establecer un par de colonias en la costa de Italia. Asaltaron Roma.
Estas conquistas se calmaron a medida que regreso la vieja tendencia a la animosidad entre las tribus Árabes. Lo que los había unido, el Islam, se convirtió en una cosa más por la que luchar. El principal punto de contención fue sobre quién debía liderar la Umma– la comunidad Musulmana. El Islam se fracturó en diferentes grupos que volvieron sus cimitarras los unos en contra de los otros, y el resto del mundo respiró un suspiro colectivo de alivio.
La Iglesia en las tierras que ahora yacía bajo la Medialuna sufrió. Se suponía que el Islam tenía cierto respeto por lo que llamaban “El Pueblo del Libro”, es decir, Cristianos y Judíos. Moisés y Jesús fueron considerados grandes profetas en el Islam. Mientras que los paganos tenían que convertirse al Islam, a los Cristianos y Judíos se les permitió continuar en su fe, siempre y cuando pagaran un impuesto sancionado. El tratamiento de los cristianos variaba ampliamente a través de las tierras musulmanas. Su destino estaba determinado por la intensidad de la fe y la adhesión de los gobernantes al Islam. Esto se debió en gran parte a las instrucciones contradictorias que se encontraban en el Corán sobre cómo tratar a personas de otras religiones.
En el Islam, la revelación posterior reemplaza los pronunciamientos anteriores. Al principio de la carrera de Mahoma, el esperaba ganar a los Cristianos mediante la persuasión a su causa, por lo que pidió un trato amable de ellos. Más tarde, cuando tuvo algo de poder y los cristianos resultaron intratables, habló con más fuerza e se enfoco en su cumplimiento forzado. La conversión del Islam a cualquier otra religión iba a ser castigada con la ejecución. Pero el Corán no esta establecido en una secuencia cronológica y los lectores no siempre saben cuál era una revelación anterior y cuál era una revelación posterior. Algunos gobernantes musulmanes fueron severos y leyeron los pasajes duros como la regla. Persiguieron a los cristianos y trataron de erradicar la Iglesia. Otros creían que el llamado a una relación más misericordiosa con los cristianos era una moralidad más elevada y siguieron eso. A las iglesias se les permitió reunirse bajo esos gobernantes, pero las manifestaciones públicas de fe fueron prohibidas y no se permitió ningún edificio nuevo para las iglesias.
Curiosamente, hubo un florecimiento de la cultura Árabe que tuvo lugar debido al gobierno de los musulmanes benevolentes. Debido a que se permitió la enseñanza Cristiana, los clásicos de la civilización Griega y Romana que fueron traducidos al Árabe por el clero cristiano y académicos. Fue esto lo que llevó al surgimiento de la Edad de Oro Árabe que les encanta a los historiadores modernos. Rara vez se menciona que tal Edad de Oro fue provocada y habilitada por eruditos Cristianos que dieron a los Musulmanes acceso a las obras de la antigüedad clásica.
Los severos límites puestos a la Fe por parte incluso de gobernantes musulmanes indulgentes, combinados con el duro trato de la Iglesia en otros lugares llevaron a pérdidas generalizadas por parte de la Iglesia en términos de población e influencia. Los Cristianos Católicos que vivían en el Norte de África huyeron al Norte de Europa, donde fueron recibidos por aquellos de fe similar. Pero la comunidad de los Monofisitas Jacobitas se quedó atrás empezó a decaer, y la vibrante cultura de la iglesia que una vez había dominado la región casi se perdió. El resurgimiento del Islam radical de la Hermandad Musulmana en Egipto está poniendo los últimos clavos en el ataúd de la Iglesia Copta, los herederos espirituales de esa historia que alguna vez fue vibrante.
Casi por todas partes en el cual Islam se extendió, fue acompañado por deserciones masivas de Cristianos marginales a la nueva fe. Después de todo, el pragmatismo no es una filosofía tan moderna. Muchos cristianos nominales asumieron que el Dios único del Islam era el mismo que el único Dios del cristianismo y debia favorecer a los musulmanes – quiero decir > mira lo exitosos que son en la difusión de su religión. La fuerza hace que sea lo correcto – ¿Verdad? Bueno, tal vez no . . . ¡Shhh! No tan fuerte, los Mulás podrían oír y sus Cimitaras son afiladas.
Como muchos se habían convertido al Cristianismo recién emergente bajo los auspicios de Constantino a principios del siglo 4º siglos, ahora muchos se convirtieron al Islam bajo los califatos en el 7º siglo.
Junto con las restricciones impuestas a aquellos cristianos que se negaron a convertir al Islam se añadió una práctica que los musulmanes recogieron de los gobernantes Zoroastristas de Persia. Exigieron a los cristianos que llevaran una insignia distintiva y les prohibieron servir en el ejército. Eso fue probablemente lo mejor ya que el ejército fue utilizado específicamente para difundir la fe por la espada – la práctica musulmana de la yihad. Pero ser prohibidos de las fuerzas armadas, significaba que se les prohibía el uso de armas, y obligados a usar ropa distintiva significaba una fácil identificación para aquellos elementos hostiles que veían la presencia de los cristianos como contraria a la voluntad de Dios. Los cristianos se convirtieron en blanco de la vergüenza pública y, a menudo, de la violencia. Dado que las conversiones del Islam fueron castigadas con la muerte, mientras que la conversión al Islam fue recompensada, incluso en los reinos más indulgentes bajo la bandera de La Luna creciente, la iglesia experimentó un declive constante.
A medida que el Islam se asentaba y se convertía en la fuerza cultural dominante en todos sus dominios, la mayoría de las comunidades cristianas que permanecían se convirtieron en una tradición. Reaccionaron enérgicamente contra cualquier innovación, temiendo que fueran peligrosas desviaciones de la Fe que habían mantenido tan tenazmente a pesar de la persecución. Otra razón por la que rechazaron el cambio fue por temor a que pudiera conducir al éxito y la iglesia crecería. El crecimiento significaba que las autoridades musulmanas prestaban más atención, y eso era algo que querían evitar a toda costa. Por esa razón, hasta el día de hoy la Iglesia en tierras musulmanas tiende a ser arcaica y ligada a tradiciones practicadas durante cientos de años.