Este episodio de CS se titula “Agustín – Parte 1.”
Tarde te he amado, Belleza siempre antigua y siempre nueva. Tarde te he amado. Y, he aquí que tú estabas dentro y yo fuera. Y te buscaba fuera. Desorientado, iba corriendo tras esas formas de belleza que tú habías creado. Tú estabas conmigo, y yo no estaba contigo cuando esas cosas me retenían lejos de ti, cosas cuyo único ser era estar en ti.
Me llamaste, me gritaste e irrumpiste a través de mi sordera. Brillaste,
resplandeciste y acabaste con mi ceguera. Te hiciste todo fragancia, y yo aspiré y suspiré por ti. Te saboreé, y ahora tengo hambre y sed de ti. Me tocaste, y ahora deseo tu abrazo ardientemente.
Escribió Agustín de Hipona en su obra clásica Confesiones.
Pasamos ahora a la vida y obra de un hombre de singular importancia en la historia de la Iglesia debido a su impacto en la teología. Seré contundente en decir lo que muchos, tal vez la mayoría, son cuidadosos de evitar cuando se trata de Agustín. Mientras que la gran mayoría de los historiadores lo elogian, un grupo mucho más pequeño está menos entusiasmado con él, como espero que quede claro a medida que revisamos al hombre y su impacto.
Agustín es la culminación del pensamiento patrístico, al menos en el mundo Latino. Por “patrístico”, me refiero a la teología de los Padres de la Iglesia. Si alguna vez has tenido la oportunidad de revisar colecciones de libros sobre teología o historia de la iglesia, es probable que hayas visto un conjunto masivo de tomos llamados Padres de la Iglesia Ante y Post Nicea. Eso significa simplemente los Padres de la Iglesia que vinieron antes del Concilio de Nicea y los que vinieron después y ayudaron a asentar los cimientos doctrinales de la Iglesia. Agustín fue LA influencia dominante para el Europeo Medieval; tanto es así, que se le conoce como el Arquitecto de la Edad Media. Agustín sigue siendo una gran influencia entre los Católicos Romanos por su teología de la iglesia y los sacramentos; y para los Protestantes con respecto a su teología de la gracia y la salvación.
La historia de Agustín es bien conocida porque hay un montón de material sobre su origen por el cual lo podemos conocer. Algunos dicen que sabemos más de Agustín que cualquier otra figura del mundo antiguo porque, no sólo tenemos un registro de sus actividades diarias por uno de sus estudiantes; Possidius, Obispo de Calama; también tenemos un registro muy detallado de la vida interior de Agustín en su obra clásica, Confesiones. También tenemos una obra titulada Retracciones donde Agustín narra su desarrollo intelectual mientras enumera 95 de sus obras, explicando por qué fueron escritas y los cambios que les hizo a lo largo del tiempo.
Permítanme comenzar su historia poniendo el trasfondo del mundo de Agustín…
El fin de la persecución de los primeros 2 siglos fue un gran alivio para la iglesia. Sin duda, la conversión reportada del Emperador Constantino parecía un sueño hecho realidad. El apóstol Pablo dijo a los seguidores de Cristo que oraran por el rey y por todos los que tienen autoridad. Así que el informe de la conversión del Emperador fue una causa de gran regocijo. Probablemente sólo un puñado de sabios sintieron un llamado a la prudencia en lo que significaría esta nueva relación entre la iglesia y el estado y los peligros que podría traer.
Durante el 4º siglo, las iglesias crecieron más rápidamente que nunca. Pero no todos los que se unieron lo hicieron con motivos puros. Con la persecución detrás de ellos, algunos se unieron a la Iglesia para cubrir sus apuestas y añadir una deidad más a su lista. Otros se unieron pensando que avanzaría su estatus social, ahora que ser cristiano podría ganarles puntos con los funcionarios. Algunos cristianos sinceros fueron testigos de la atonía moral y espiritual de la fe y huyeron al desierto para perseguir un estilo de vida ascético como ermitaños o en un monasterio como monjes. Pero la mayoría de los cristianos permanecieron en sus ciudades y pueblos para presenciar la creciente afiliación entre la iglesia y las instituciones terrenales. La iglesia invisible, universal o católica comenzó a asociarse cada vez más con las formas terrenales y las estructuras sociales.
Necesito hacer una pausa aquí y asegurarme de que todos entiendan que la palabra Católica simplemente significa UNIVERSAL. Históricamente, esta es la Era del Cristianismo Católico, no el Cristianismo Católico ROMANO. Los historiadores se refieren a esta época y a la Iglesia Ortodoxa Oriental como Católica, para diferenciarla de los diversos grupos aberrantes y heréticos que se habían separado. Grupos como los Arrianos, los Maniqueos, los Gnósticos y los Apolinarcitos, y media docena de otras sectas difíciles de pronunciar. Pero hacia finales del 4º siglo, lo Institucional reemplazó los aspectos Comunes de la Fe. El Evangelio fue suplantado por dogmas y rituales en muchas iglesias.
Jesús dejó claro que seguirlo significaba un llamado a servir, no ser servido. Los cristianos somos siervos. Servimos a Dios sirviéndonos unos a otros y al mundo. Durante los primeros 3 siglos, cuando la iglesia fue maltratada, el llamado a servir fue valorado como una prioridad. Los héroes de la fe sirvieron ofreciéndose a si mismos, con el sacrificio final de sus vidas. Pero cuando la Iglesia salió de las catacumbas para entrar en posiciones de influencia social y poder durante el 4º siglo, ser un siervo perdió la prioridad. Los líderes de la Iglesia, que habían guiado sirviendo durante 300 años, comenzaron a posicionarse para ser servidos. Los lideres-que-sirven se convirtieron en líderes de los siervos.
Este cambio se intensificó con la desintegración del Imperio Occidental durante el 4º y 5º siglo. Mientras los barbaros entraban desde el Norte y el Este, y las autoridades civiles huían de las fronteras, la gente miraba cada vez más a los obispos y líderes de la iglesia para proporcionar orientación y gobernabilidad.
Ya hemos visto cómo la Iglesia y el Obispo en Roma surgieron no sólo como un líder religioso, sino también como un líder político. La caída y el saqueo de Roma por los vándalos en el año 410 sacudió al Imperio, dejando a la gente profundamente sacudida. Un hombre surgió en ese momento para ayudarles a lidiar con su confusión y ansiedad sobre el futuro.
Agustín nació en el año 354 en Tagaste, una pequeña ciudad comercial en el norte de Africa. Su padre Patricius era un pagano y miembro del liderazgo dominante local. Su madre Mónica era una cristiana comprometida. Aunque lejos de ser rico, los padres de Agustín estaban decididos que el tuviera la mejor educación posible. Después de asistir a la escuela primaria en Tagaste fue a Cartago para su educación secundaria. Fue allí, a la edad de 17 años, que se tomo a una amante con la que vivió durante 13 años y por quien tuvo un hijo llamado Adeodatus. Si bien esto parece un escandalo, tenemos que darnos cuenta de que no era tan raro que los jóvenes de las clases altas tuvieran tal arreglo. Agustín parece haber tenido un amor genuino por esta mujer, a pesar de que no nos da su nombre. Es seguro que amaba a su hijo. Y a pesar de que Agustín amaba a su novia. Más tarde escribió que a lo largo de estos años, fue continuamente golpeado por la tentación sexual y a menudo desesperado por superarla.
Agustín continuó sus estudios de filosofía en general; sin elegir alguna escuela específica como el enfoque de su atención. Cuando tenía 19 años leyó la obra, ahora perdida, Hortensio por el orador romano Ciceró y fue convencido que debía hacer la búsqueda de la verdad el objetivo principal de su vida. Pero esta noble misión luchó con lo que ahora sentía era un deseo degradante hacia la inmoralidad. Para obtener ayuda moral y para resistir el tirón hacia abajo, el acudió a la fe de su madre y puso sus ojos hacia la Biblia. Pero siendo un amante del latín clásico, las traducciones que leía le parecían burdas y poco sofisticadas y no tenían ningún atractivo.
Lo que si atraia a Agustín fueron los Maniqueos con los que ya hemos tratado. Para repasar, Mani fue un maestro en Persia a mediados del 3º siglo que machacó una religión con sabor Gnóstico junto con antiguas ideas Persas traídas del Zoroastrismo. Agustín era un intelectual, el tipo de persona que el Maniqueísmo apelaba. Ponían a un lado la fe, diciendo que ellos eran los guardianes intelectuales de la razón y la lógica. Explicaron al mundo en términos de oscuridad y luz. La luz y el Espíritu eran buenos, las tinieblas y lo físico; Malas. La clave para superar el pecado y era una forma temprana de la campaña utilizada en las escuelas públicas en los Estados Unidos hace años con respecto a las drogas: “¡Di que no!”. A Augustine le dijeron que si empleaba la abstinencia total al placer físico le iría bien. Fue un Maniqueo durante 9 años hasta que vio las inconsistencias de lógica y lo dejo.
Su relato de esta época revela que aunque permaneció dentro de estos lineamientos, tuvo problemas todo el tiempo. Suponiendo que sólo necesitaba que aprender más para aclarar los problemas, pero cuanto más estudiaba, más problemas surgieron. Cuando expresó sus preocupaciones, otros Maniqueos le dijeron que si solo podía escuchar la enseñanza de Fausto, todas sus preocupaciones se disolverían. El suponía que Fausto era el Maniqueo que tenía todas las respuestas.
Bueno, Fausto finalmente llegó y Agustín escuchó con la expectativa de que todas sus dudas se evaporarían como el rocío al sol de la mañana. Pero esto no fue lo que pasó. Al contrario. Agustín dijo que mientras que Fausto era elocuente del habla, sus palabras eran como un plato elegante que sostenía carne podrida. Sonaba bien, pero su discurso estaba vacío.
Agustín pasó tiempo con Fausto, tratando de superar sus dificultades, pero cuanto más escuchaba, más se dio cuenta de que el hombre no tenía ni idea. Bueno así termino la idea que el maniqueísmo fuera el guardián de la razón.
A la edad de 20 años, Agustín comenzó a enseñar. Sus amigos reconocieron su genio intelectual y lo animaron a mudarse a Roma. En el año 382, acercándose a los 30 años, él y su madre se mudaron a la Capital, donde comenzó a enseñar.
Como sucede a menudo cuando el hogar religioso o filosófico de alguien es destruido, la decepción de Agustín con el maniqueísmo condujo a un período de desencanto y escepticismo. Recuerden; se había entregado a la búsqueda de la verdad y había asumido durante varios años que Mani la había encontrado. Ahora sabía que no lo había hecho. Una decepción, lo volvió mas tímido, pasa en la filosofía, igual como en el romance.
Agustín fue rescatado de su creciente escepticismo por el Neoplatonismo y la obra de Plotino, quien avivó el fuego de su chispa para ser ese ardiente anhelo de verdad.
En el año 384, Agustín fue contratado como profesor de retórica en la Universidad de Milán, donde su ahora viuda madre Mónica y algunos amigos se unieron a él.
Más por cortesía profesional como profesor de retórica que cualquier otra cosa, Agustín fue a escuchar al obispo de Milán Ambrosio predicar. Agustín se sorprendió de la elocuencia de Ambrosio. No es que fuera su primera vez en la iglesia. Había asistido a las iglesias del Norte de África mientras crecía allí. Pero nunca había oído a nadie hablar así. Ambrosio le mostró a Agustín que la fe cristiana, lejos de ser burda y poco sofisticada, era a la vez elocuente e inteligente.
Un anciano llamado Simpliciano hizo de Agustín su proyecto personal. Le dio a Agustín una copia de un comentario sobre Pablo por Marius Victorinus, quien se había convertido del Neoplatonismo al Cristianismo 30 años antes. Siendo un Neoplatonista, Agustín pasó por algo así como una conversión intelectual, si no una transformación espiritual.
El futuro de Agustín era brillante. Tenía un trabajo prestigioso, amigos comprometidos, riqueza, influencia y todavía era joven y saludable. Pero en su interior era miserable. Su madre Mónica sugirió que lo que el necesitaba era una familia normal. Por supuesto, ella estaba en contra de su larga pero ilícita aventura con su novia, la madre de su hijo. Ella lo había seguido en todos sus diversos movimientos; a Tagaste de Cartago, a Roma, luego a Milán. Mónica le dijo a Agustín que su novia le estaba impidiendo encontrar una esposa adecuada, alguien más apto para su posición social. Aunque Agustín la amaba, la constante petición de su madre de dejarla ir finalmente lo movió a enfocar su malestar interior con su amante. Así que terminó su relación. Luego le propuso matrimonio a una joven de mucha riqueza y de alta sociedad. El problema es que ella era demasiada joven para casarse, así que se fijó una fecha muy lejana. Agustín no podía dominar su lujuria, y después de sólo un corto tiempo después de romper con su amante, encontró otra. Por el propio relato de Agustín de su lucha en las Confesiones, podríamos describir su problema como una adicción sexual. Su batalla interna entre el llamado superior a la virtud y el tirón inferior hacia el vicio amenazó con destrozarlo en una crisis mental.
Fue entonces, mientras devoraba libros en su búsqueda de la verdad, que oyó hablar de Ermitaños Cristianos como Antonio de Egipto que había dominado sus deseos carnales. Su ejemplo avergonzaba a Agustín. Hasta entonces había considerado a los cristianos como intelectualmente inferiores, sin embargo, ellos eran capaces de lograr una victoria sobre el pecado que el había sido impotente para lograr. Empezó a preguntarse que si tal vez el cristianismo poseía un poder que había perdido.
La conversión se convirtió para Agustín, como lo ha sido para tantos en ese momento, no tanto una cuestión de fe como de acción. Estaba persuadido de la fuerza intelectual del cristianismo; simplemente no quería renunciar a su pecado, aunque sabía que debía hacerlo.
Un día del año 386, mientras caminaba por el jardín de su casa, su alma se rebosaba en la confusión y la angustia moral, llevaba una Biblia con la esperanza de extraer algo que le guiara en ella. Pero no podía entenderla. La dejó caer en un banco y caminaba de un lado a otro; su mente en el tormento. Desde algún lugar cercano oyó la voz de un niño gritando la línea de lo que debe haber sido un juego, aunque Agustín no lo sabía. La voz dijo: “Tolle lege (tawlee Leggy) – Toma y lee.” Se agachó y recogió la Biblia que acababa de caer. La página se abrió a Romanos 13, donde sus ojos cayeron en palabras perfectamente adecuadas hacia su estado mental actual. Leyó à
Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.
Agustín escribió más tarde: “Al leer esas palabras, al instante fue como si la luz de la paz se derramara en mi corazón y todas las sombras de la duda se fueran”. La siguiente Pascua, Agustín y su hijo Adeodatus fueron bautizados por el obispo Ambrosio. Unos meses más tarde, Agustín regresó al norte de Africa. En el camino, su madre Mónica murió y poco después de regresar a Tagaste, su hijo también murio. Agustín perdió el interés en vivir y anhelaba dejar el mundo que una vez anhelaba.
Sus amigos se reunieron alrededor de el y le dieron un propósito para continuar. Formaron una comunidad monástica, de la cual saldría la famosa Orden y Regla Agustina.
Mientras que Agustín probablemente se habría contentado en vivir su vida en el monasterio, la iglesia del Norte de Africa necesitaba desesperadamente un líder con sus dones. En el año 391 la iglesia de Hipona lo ordenó como uno de sus sacerdotes. El llevaba la predicación porque su obispo era Griego y no podía hablar ni Latín ni el Púnico local. Se convirtió en co-obispo 4 años más tarde, luego un año después, el único obispo en Hipona. Sirvió en esa capacidad durante los siguientes 33 años.
Mantuvo la vida monástica durante su mandato como Obispo en Hipona. La suya fue una carrera extremadamente ocupada; dividida entre el estudio, la escritura y la supervisión general de los asuntos de la iglesia.
Lo recogeremos en este punto en nuestro próximo episodio mientras consideramos algunos de sus escritos más importantes. Entonces entraremos a la carrera de Agustín como teólogo.